Historia

El castillo de Sobroso fue construido con la intención de controlar, en un espacio con gran dominio visual y difícil acceso, un punto esencial en las comunicaciones entre las tierras del interior hacia el mar y la ciudad de Tui. Formaba parte de un sistema defensivo que, junto a otras fortalezas como Soutomaior, Tebra o la Torre de Fornelos, protegían la medieval “ tierra de Toroño” o “Turonium” que comprendía el territorio de realengo existente en el obispado tudense.

Se encuentra situado dentro del término parroquial de Vilasobroso, antiguamente llamado S. Martiño de Portela, parte del Concello de Mondariz. Su nombre nos evoca los “sobreiros” (alcornoques) que existían en su solar y que envolvían al castillo en misterio, contribuyendo sin duda al importante número de leyendas del que es escenario y protagonista.

Como un buen número de edificaciones medievales de Galicia, no tenemos seguridad sobre la fecha de origen del castillo de Sobroso . Existe una referencia documental de 1095 en los que los condes de Galicia, Doña Urraca y Don Raimundo de Borgoña, podrían haber concedido el señorío a la ciudad de Tui, pero esta interpretación está aún discutida.

Tenemos noticias más firmes de su existencia en el siglo XII.

La Historia Compostelana, que narra los acontecimientos del primer obispo de Santiago, Diego Gelmírez, cuenta cómo en torno al año 1117 la reina Doña Urraca fue cercada en el castillo. Su propia hermana Doña Teresa de Portugal, junto con Don Pedro Froilaz, conde de Traba, sitian el Sobroso y fuerzan a la reina a huir a León. Cuenta la leyenda que la reina pudo escapar a través de un túnel subterráneo que desembocaba en el río Tea. Este acontecimiento, enmarcado en la lucha por el trono de la reina con su propio hijo, el futuro Alfonso VII, es uno de los episodios más destacados de la historia del castillo, pero no el único.

Eran estos Traba, linaje de Don Pedro Forilaz, altos nobles gallegos de los siglos XII y XIII y representantes de Galicia en el reino castellano-leonés como condes de Galicia. Como tales poseían varias plazas fuertes en la región, entre las que figuraba el Sobroso.

Fueron relevados por los Castro a principios del siglo XIV.

Sin embargo, con la batalla de Puerto de Bueyes en Baiona (1371), Pedro Ruiz Sarmiento junto con Pedro Manrique vencieron a Fernando de Castro, partidario de Pedro I en contra de Enrique II de Trastámara, al cual los primeros apoyaban. Con ello, la familia Sarmiento se instaló definitivamente en Galicia. Comenzaba así el auge al poder de un linaje que se hizo con el Señorío de Ribadavia y el control de la comarca que se conocería como Salvatierra. También serían señores de Sobroso desde 1379 y marcarían como ninguna otra familia el destino de esta fortaleza que ahora era cabeza de una amplia jurisdicción.

Así darían comienzo los numerosos conflictos entre los Sarmiento y los Sotomayor: dos de las principales familias que se disputaban el sur de Galicia. Matrimonios, pleitos, duelos y muertes en una lucha dinástica de la cual conservamos incluso pintorescos episodios como el que cuenta que Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga) tomó preso a García Sarmiento, señor de Sobroso y, con su espada al cuello del reo, exigió la rendición de la fortaleza sin éxito.

El castillo pasaría de unas manos a otras en esta época tan conflictiva, marcada por la lucha intestina de los nobles por el control del poder hasta la pacificación de Galicia por los Reyes Católicos.

Fue destruido y reconstruido tras la III Guerra Irmandiña y con el tiempo el castillo perdería su importancia defensiva y pasaría a ser usado como residencia de los Sarmiento (convertidos en marqueses de Sobroso en 1625) hasta el siglo XVII, cuando fue abandonado y se va convirtiendo lentamente en una ruina. Así lo conocería la condesa de Pardo Bazán.

El abandono se origina cuando, en el siglo XVII, los principales representantes de la nobleza gallega van abandonando sus castillos para vivir en la corte, donde podían influir más fácilmente en la política y el rey. Así, el castillo pasa a estar en control de merinos que lentamente ven como su control del territorio se fragmenta al tiempo que las edificaciones de la fortaleza se van abandonando hasta su ruina en el siglo XIX.

Esta situación dura hasta que su último dueño, Alejo Carrera, oriundo de Vilasobroso, lo compró de manos del conde de Torrecedeira en 1923 y hace de su reconstrucción la empresa de su vida. Este importante periodista, político y filántropo sería el último señor del castillo. Pero la historia de este increíble monumento no pasa sólo por sus dueños y por los notables que lo ocuparon, sino también por todas aquellas personas que vivieron o trabajaron en él como los canteros, las cocineras, sirvientes, soldados, trovadores… y quién sabe si hasta mouras y trasnos.